martes, 10 de diciembre de 2013

UN ÁNGEL

Aquí tenemos a otra concursante del concurso "¿ME REGALAS TU HISTORIA?" esta vez es Annie Hawthorne del blog LA VIDA DE RUE MELLARK  que también nos ha traído una magnífica historia, hay buena competencia ;)


Camino sigilosamente por los pasillos del rústico hotel en el que me hospedo, mientras avanzo puedo observar algunos muebles tallados en gruesa madera de roble y cuadros representantes de hermosos animales, como son los temperamentales caballos, los salvajes o los bellísimos venados.
Mis pies calzados en delicados zapatos avanzan sin producir el menor ruido y logro llegar hasta las puertas de la recepción sin ser descubierta por ninguno de mis familiares, en cuanto piso el húmedo césped corro con todas mis fuerzas hasta el bosque, hermoso para mí y aterrados para mis padres. No entiendo por qué les aterra este encantador lugar, que siempre se encuentra con las más bellas flores y los adorables animales, ni mi madre ni mi padre han entrado a ningún bosque en su vida, por eso me pregunto ¿Cómo saben ellos lo que se encuentra entre estos árboles? La única respuesta es que no lo saben.
Recorro un pequeño sendero que me lleva hasta un riachuelo que pasa entre dos sauces llorones, me siento entre las rocas mientras observo a dos pequeños pececillos atrapados entre unas piedras y quedándose sin agua, hago un hueco con mis manos y las llevo hasta la poca agua en la que se encuentran los peces, espero hasta que naden por sobre mis manos, entonces las elevo y deposito a los pececillos en el cauce del río, ellos nadan hasta desaparecer de mi vista mientras me quedo con una sensación de paz en mi interior. Pronto esa sensación se ve interrumpida por los sonidos de un animal acercarse, me giro a tiempo para evitar que un venado choque contra mí, retrocedo unos pasos hasta llegar al borde de las rocas, el venado pasa junto a mí cuando una flecha se clava justo a mis pies. Doy un traspié y caigo hasta el lecho del río, me doy un golpe en la cabeza y unos segundos antes de perder la conciencia creo ver un par de impecables alas del más impecable blanco.
Despierto con los últimos rayos del sol del día, con un leve dolor de cabeza. Me incorporo poco a poco y puedo observar una habitación bastante humilde, solo cuenta con un catre, una mesita de noche y un pequeño armario como muebles, puedo observar una pequeña lámpara colgando del techo, también un par de puertas y una ventanita con cortinas de encaje. Camino con cuidado hasta la ventana para así contemplar un hermoso jardín lleno de todo tipo de flores, arbustos y árboles, algunos de los cuales no he visto en mi vida, abro la puerta más cercana a la ventanita y me encuentro con un cuarto de baño común y corriente. Decido darme una rápida ducha y vestirme con un delicado vestido aguamarina del armario. Cuando ya he terminado de vestirme salgo descalza por la única puerta que no he abierto y me adentro en un gran pasillo. Mientras avanzo los colores van desapareciendo hasta que todos los delicados muebles, así como el piso, las paredes y el techo, se van tornando completamente blancos. Al final del pasillo observo una puerta de delicada caoba con una capa de pintura blanca y un pomo de cristal. Doy un par de toques y al no escuchar ninguna voz me animo a entrar, lo que veo me deja pasmada.
Docenas de hombres y mujeres vestidos de blanco danzan al son de una balada, todos en parejas que lucen perfectas, llenas de felicidad, sin nada ni nadie que les amargue la dicha. Pero esa hermosa característica no es lo que llama mi atención, sino las impecables alas del color de las nubes que poseen en su espalda. Sigo observando por unos minutos hasta que la hermosa melodía puede conmigo y empiezo a balancearme con la música, veo como un muchacho de hermosos cabellos de un tono azabache y ojos del mismo color de las esmeraldas se me acerca con una gran sonrisa. Al llegar junto a mi aparta con delicadeza un mechón de mi cabello que cubría mi rostro.
— Al fin has despertado, temía haberte lastimado con esa flecha, o que el golpe pudiera haberte matado.
— Gracias por tu preocupación, estoy perfectamente, mi nombre es Ambrosine— Susurro paralizada por la amabilidad y el aura mágica que rodea al muchacho.
— Qué hermoso nombre, yo soy Theron.
— Encantada.
— ¿Te gustaría bailar?
— Me encantaría, pero soy muy descoordinada.
— No te preocupes, yo te guiaré.
Theron me ofrece una mano y yo la acepto gustosa, ambos empezamos a movernos entre las parejas en perfecta armonía con la balada, poco a poco me voy sintiendo más y más hechizada por la visión de todas estas personas y la belleza de la música, en un momento el ángel que me guía en este baile me saca de mi ensoñación.
— Estar aquí debe parecerte muy extraño.
— Más que extraño yo diría especial.
— ¿Y no te preocupa lo que somos?
— La verdad no, podrías haberme dejado en el bosque indefensa pero no lo hiciste, eso me dice que no vas a lastimarme.
— Me alegra que piensen eso, se nota que tienes un corazón puro. Quisiera...— Se interrumpe, al parecer temiendo dar a conocer su deseo.
— ¿Qué?
— Nada, sería imposible.
— No creo que para los ángeles haya algo imposible.
— También temo asustarte y tener que llevarte de vuelta al lugar en que te encontré, no me gustaría alejarme de ti.
— Solo dime, prometo quedarme.
— Está bien, quisiera poder mantenerte siempre junto a mí, poder convertirte en un ángel como yo.
— ¿Y por qué no lo haces?
— ¿Estarías de acuerdo?
— Por supuesto, tampoco quiero alejarme de ti, nunca.
— Entonces ven— Susurra mientras sujeta mi mano y me guía fuera de la habitación.
Salimos por una puerta en la pared contraria a la puerta por la que pude entrar, esta puerta en vez de ser de hermosa caoba parece estar hecha completamente de plumas. No nos detenemos en frente por mucho tiempo y avanzamos por un pasillo mucho más estrecho al que usé para llegar al salón de baile, Theron me ayuda a sentarme en una delicada silla, se arrodilla ante mí y me entrega un cuenco con una bellísima pluma disuelta en un líquido que en el instante el que lo veo estoy segura de que es agua vendita. Bebe me suplica con su voz cargada de dulzura, hago lo que me pide sin vacilar y cuando he terminado el ritual es sellado con un beso de parte del ángel, poco a poco me sumerjo en un ambiente de total tranquilidad y paz. Unos segundos después Theron extiende una mano en mi dirección y ambos nos ponemos de pie, noto como mi delicado vestido ha cambiado del color aguamarina hasta un hermoso blanco y un delicado par de alas salen de mi espalda, observo a Theron y él me sonríe con una increíble dulzura.
— Te amo, Ambrosine.


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-Claudia-