martes, 21 de enero de 2014

SANGRE INOCENTE PERO ASESINA

Hola sinsajitos! Bueno pues como había gente que me pidió más plazo para el concurso ¿Me regalas tu historia? lo aumenté hasta final de mes. De momento pendientes solo queda uno:) así que igual finaliza antes. Bueno a lo que voy, tenemos otra concursante: Mariangela Verde, que nos ha traído una historia inspirada en los Juegos del Hambre. Leerla y comentar:) 


Era mi primera cosecha… Tan sólo tenía doce años y lo que uno menos desea es salir en uno de esos papelitos. 
Soy del distrito diez, antes del 7, pero por querer proteger a mí hermano, mate a un agente de paz a mis siete años. Me separaron de mi familia y me trajeron a un orfanato del diez.
Era el día de la cosecha. Me puse un lindo vestido blanco con unas zapatillas azul claro, como el agua. Mi cabello estaba recogido en dos trenzas que caían sobre mis hombros. Cuando salí del orfanato fui a la plaza, donde tomaron un poco de mi sangre, y después me enviaron con los de mi edad.
Nunca tuve amigos, siempre fui alejada del resto, y cuando todos hablaban, yo estaba sola viendo mis zapatos.
Estábamos allí cuando de repente una mujer sale del edificio de Justicia. Vestía un vestido blanco que resaltaba bastante, con unos toques de piel de vaca (típico del diez), y unos zapatos de cuero de vaca, la hacían ver bastante alta.
Dio ese largo discurso que dan en todos los distritos, y luego se acercó a la urna de las papeletas de las mujeres.
-La valiente tributo del distrito diez será…- dijo con su acento del capitolio, revolvió las papeletas y tomo una que se ubicaba al fondo- Elizabeth Clark.
Todas las miradas pasaron de la mujer del capitolio a mí. Salí de donde me ubicaba y camine por el pasillo hasta la tarima. Nadie se ofrecía como voluntario y nadie me iría a visitar cuando estuviese en el edificio de Justicia.
-¡Ven pequeña!- me dijo la del capitolio y me extendió una mano.
Cuando estaba en el escenario se acercó a la otra urna, no presté mucha atención, estaba más pendiente de que mi vida guindaba de un hilo.
Le di la mano al chico que salió elegido, un chico de dieciocho años. Irónico… una de doce y uno de dieciocho, cada uno entre las puntas de los rangos de edad. Supe porque me habían elegido, eligieron a mi hermano el año pasado y él murió.
Entramos al edificio de Justicia, y como ya sabía, nadie entró a despedirme. Nos llevaron al tren y nos dijeron que al día siguiente llegaríamos al Capitolio. 
Hablamos con los antiguos vencedores, pero yo no les hice mucho caso y muchas veces me debían sacudir para que volviera a la realidad.
-¿Qué arma sabes usar?- preguntó el hombre vencedor, no recuerdo su nombre.
-Supongo que el hacha- le respondió la vencedora-, hemos visto tus videos, cariño- me esbozó una sonrisa.
La conversación siguió, y yo seguía sin prestar atención, me enviaron a mi habitación para que descansara, a ver si al día siguiente podría estar más pendiente.
Me despertaron para ir a desayunar. Me puse un vestido amarillo con unas sandalias de color naranja, llevaba mi cabello suelto. Desayune, la primera vez que tomaba un desayuno tan grande. 
-Chicos, llegamos al Capitolio, grandes sonrisas, derechos y saluden a las cámaras- dijo la misma que me saco de la urna, el día de hoy llevaba ropa más resaltante, difícil de describir.
Salimos de allí, habían miles de camarógrafos, los flashes me dejaron viendo estrellas. Llegamos al departamento y nos pusimos a ver los videos de las demás cosechas.
Todos eran grandes y fuertes, todos mayores de quince años, lo que me asustaba mucho, en mi mente, ya me había asegurado mi muerte.
Nos arreglaron para el desfile de tributos. Llevaba trenzas en todo mi cabello, un maquillaje precioso y mi traje no sé cómo describirlo. Las mangas eran transparentes de color negro, era un vestido de color blanco con algunas manchas negras (vacas de nuevo), el vestido me llegaba por las rodillas y tenía unas medias negras, y de zapatos llevaba unas zapatillas escarchadas de color blanco.
El traje no me gustaba mucho hasta que me lo pusieron, cuadraba a la perfección y era sencillamente hermoso. Pasó el desfile de tributos y vimos las opiniones de Caesar Flickerman.
-¿Qué piensas de la tributo del distrito diez, Caesar?- le dijo el otro hombre, no recuerdo su nombre.
-Pues…- responde Caesar- Se le ve astuta, y aquí todos sabemos su historia, así que… Tiene posibilidades- se quedó serio un segundo y luego volvió a su habitual sonrisa.
Fue a lo único que preste atención, luego me fui a mi habitación a dormir, mañana serían los entrenamientos. Me despertaron en la mañana y fui a desayunar en pijama.
Me vestí con lo que debía ponerme para el entrenamiento y me fui con mi compañero de distrito en el ascensor. Al llegar hablaron con todos, nos prohibieron matar a cualquiera antes de los juegos y otras cosas.
Me fui a los puestos de plantas y camuflaje, no me atrevía a acercarme a las hachas. Muchos se burlaron de mi cuando intente cargar una pesa y se me cayó.
El día siguiente fue lo mismo, solo que se me ocurrió tomar un hacha. Lo lance y dio en el centro de la diana, al parecer el hacha sería mi fuerte mientras estuviese viva.
En las evaluaciones individuales, lance un par de hachas que dieron en el centro. Y aunque nunca lo había probado, tomé un arco, y la flecha dio casi en el centro, ya tenía dos armas. Mi puntuación fue de diez, supongo que muchos quedaron impresionados de que una pequeña tan frágil y debilucha como yo ganará un diez.
Era el día de las entrevistas, me pusieron un lindo vestido azul claro hasta las rodillas, tenía brillos en todas partes, y llevaba unas zapatillas muy parecidas a las que use en el desfile.
-¡Y ahora reciban con un fuerte aplauso a Elizabeth Clark!- grito Caesar desde el escenario, yo salí seria como siempre pero cuando vi a Caesar esboce una pequeña sonrisa.
Él me invito a sentarme. Como siempre, llevaba un traje azul marino con luces, su cabello morado y sus labios morados que parecían como si tuviese frío.
-¿Qué tal estas?- me pregunto.
-Bien, supongo- respondí con un aire frió.
-Me impresiona como eres… ¡Con tan solo doce años!- miro al público y todos gritaron.
-Caesar, la verdad es que me parece que la edad… Es solo un número.
-Muy cierto… ¿Qué piensas de tu puntuación?
-Que es buena… Pero, no creo que alguien quiera patrocinar a alguien que va a morir.
-Para serte sincero, de vez en cuando te veo como vencedora, y pienso que muchos aquí también- el público grito.
En eso sonó el pitido que decía que mi turno había terminado, todos aplaudieron y me fui.
Esa noche no dormí, estaba muy nerviosa como para hacerlo. Al despertar al día siguiente me arregle e hice todo lo que debía hacer. Llego la hora de subir a él aerodeslizador, me acompañaba la antigua vencedora, su sonrisa me inspiraba confianza.
Llegamos al lugar en tan solo unos minutos, y tan solo cinco minutos después estaba en una plataforma esperando que el tiempo llegará a cero.
Cuando llegó a cero corrí hacia la mochila que estaba más cerca de mí, cuando llegue una chica del seis, que había obtenido un once, y que era parte de los profesionales, se acercó para tomar la misma mochila que yo. 
Yo la tome primero y el resto de sus compañeros le decía que me dejara, que ya tenían suficientes y que me matarían después. La chica hizo caso omiso, yo no tenía armas, y ella tampoco, pero ella tenía al menos diecisiete años.
Ella tomo mi cuello y me levanto del suelo. Yo me sacudía como un pez fuera del agua. Cuando ya me quedaba sin aire, tome su cuello y cerré los ojos. Al parecer al fin podría usar mis uñas, las cuales siempre habían sido largas.
No pare de apretar mi mano hasta que caí en el piso. Mis ojos se abrieron como platos. Note mi mano llena de sangre, a la chica muerta en el piso, con todo su cuello lleno de sangre y dos cortada al lado de su tráquea.
Me dieron ganas de llorar, de correr, o de que me matarán, pero estaba allí para sobrevivir. Me fui de la Cornucopia con la mochila y dos hachas. Iba caminando por el bosque cuando me encontré con los dos del doce.
-¿Aliados?- me pregunto la chica apuntándome con un cuchillo.
-Bien…- respondí bajando el hacha.
Camine con ellos hasta un lugar que parecía seguro. Le tocaba hacer guardia a la chica mientras yo dormía, o eso creían ellos.
-La debemos matar…- dijo el chico.
-Es buena, ella obtuvo un diez… Pero luego nos matará si seguimos junto a ella- respondió la chica.
-Dame tu cuchillo, será algo rápido- ella se lo entrega y yo tomo más fuerte el hacha.
Cuando el chico se me acerca en un rápido movimiento clavo mi hacha en su cabeza y suena el cañón, la chica toma el cuchillo, pero antes de que pueda hacer algo, el cañón suena de nuevo y, adiós distrito doce.
Nunca creí que me podría convertir en esto, ya tenía esa mirada vacía en mis ojos, lo noté al ir a buscar agua a la laguna y que vi mi cara, llena de sangre, reflejada en la laguna. Una sádica sonrisa se reflejo en mí.
Iba brincando de árbol en árbol cuando vi a los del cinco durmiendo uno junto al otro, no estaba muy alto y de un momento a otro un hacha sobre cada uno y dos cañonazos más.
Pasaron los días, no me encontré con nadie. Dormía en árboles y me divertía cortar las ramas de los árboles cercanos.
Pasaron al menos cinco días, cuando escuche otro cañón… Ya solo quedábamos el del uno… y yo…
Baje del árbol y me fui a la Cornucopia. Busqué más armas y cuando iba a salir de allí, salió el chico del bosque, Michael Moore, el único del que había recordado el nombre.
No tenía heridas, como yo, pero tenía armas, como yo. Corrí hacia el otro lado, pero un cuchillo alcanzó mi espalda, por lo menos, solo fue superficial.  Seguí corriendo hasta que llegamos a un claro.
Empezamos a pelear cuerpo a cuerpo, ambos saliendo mal heridos. Después de al menos una hora peleando, yo tenía un gran agujero en el estómago, mi brazo guindaba, mis rodillas botaban sangre y tenía una gran cortada en mi cara.
Él tenía una pierna que ya no le ayudaría, una herida que quizás le haya hecho daño a sus pulmones y un hueco en el lado derecho de la cara.
Llegamos a un barranco, yo estaba en la punta y el del otro lado, cuando ya me creía muerta, unas fuerzas volvieron a mí, tomé el hacha, y en tres segundos… Sonó el cañón… Y la cabeza de Michael rodó por el piso.

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-Claudia-